jueves, 7 de mayo de 2009

La enfermedad


Es una señora que se pasea por el jardín...alguna vez toca el timbre de nuestra puerta, deseando entrar en nuestra morada y tomar pequeños sorbos de café...Una vez satisfecha se despide con mucha cortesía y sonriendo sale por nuestra puerta, sin más.

Todos sabemos que un día nos tocará el timbre y después de tomarse el café, no se querrá marchar. La invitaremos, al principio con buenos modales, a que abandone nuestra casa. Ella nos mirará a los ojos y nos dirá que lo siente, que esta vez se quedará para siempre.

No estaremos preparados para argumentar, para convencerla que haga como siempre hacía...volver otro día...Estábamos tan acostumbrados a verla marchar...

Nadie nos enseña lo que tenemos que hacer, lo que tenemos que argumentar, lo que tenemos que pensar. Ojalá sepamos rodearnos de personas que han vivido con enfermos...personas con sabiduría humana...con sentido común.

Nos enseñan para intentar vivir, pero no para afrontar la enfermedad...no sabemos echar piropos a esa señora que se empeña en acompañarnos...

Los cristianos tenemos la gran suerte de la FE. Por la fe creemos que Jesucristo cargó con nuestras enfermedades, con nuestras miserias... Somos nuevas criaturas en Cristo.

El combate de la fe se agudiza ante la enfermedad. El maligno se esforzará en que pienses que ante la enfermedad, el sufrimiento, el dolor... Dios no puede existir. La misión del maligno es la duda de que Dios te pueda amar. Luchará con todas sus fuerzas para convencerte. Por eso de llama el combate. Te juegas todo.

Es natural que el hombre dude. Pero se le invita dar el paso de la fe.

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